jueves, 21 de junio de 2012

El osito y la miel

Mamá Osa estaba muy preocupada. 

A su hijo Osito le gustaba mucho la miel, más que a cualquier oso, y tomaba tanta que corría el peligro que se le cayeran todos los dientes por comer tanto dulce.

Un día Mamá Osa fue a ver al Viejo Gran Oso para pedirle consejo sobre qué hacer con su hijo Osito.

- Viejo Gran Oso, - dijo Mamá Osa con respeto -, mi hijo Osito no para de comer miel, y si sigue así se le caerán todos los dientes. ¿Puede usted decirle algo, para que deje de tomar miel?

El Viejo Gran Oso miró fijamente a Osito. Tras un momento, le dijo a Mamá Osa:

- Vuelva dentro de dos semanas, Mamá Osa, y entonces tendré algo que decirle a su hijo Osito.

Al cabo de dos semanas Mamá Osa volvió con su hijo junto al Viejo Gran Oso, entusiasmada y llena de emoción por las grandes palabras que seguro el Viejo Gran Oso iba a dirigir a su hijo.

El Viejo Gran Oso miró fijamente a Osito, lo señaló con el dedo y, con voz poderosa y firme le dijo:

- ¡Osito! ¡Deja ya de tomar tanta miel!

Mamá Osa se quedó estupefacta.

- Pero... pero... ¿eso es todo, Viejo Gran Oso? ¡Si es lo que le digo yo cada día!

- Vale. - asintió entonces Osito.

- Pero... pero... ¿como lo ha hecho? - preguntó Mamá Osa con incredulidad - Llevo repitiéndole lo mismo día y noche y no me hace caso. ¿Es por que soy su madre? ¿Es porque no me quiere? ¿Es porque es rebelde como todos los jóvenes hacia sus padres?

Viejo Gran Oso negó con la cabeza.

- Y si era tan sencillo, ¿porque no se lo dijo antes? ¿Porque esperar dos semanas? - preguntó Mamá Osa enojada.

- Por que verá, Mamá Osa, hasta hace dos semanas yo también tomaba mucha miel.


Adaptación de un relato aparecido en El Libro del Ego (Osho)