miércoles, 6 de agosto de 2014

Rendención

El sentimiento de culpa y arrepentimiento profundo,
y la solicitud de castigo por lo hecho, lo omitido o lo recibido,
jamás me llevarán a la redención,
jamás permitirán una transformación,
tan solo me aportarán
más culpa,
más tristezas,
y más castigos.

La transformación solo llega,
cuando me canso de pedir latigazos,
cuando me canso de recibir mi merecido tormento,
cuando en lugar de agachar la cabeza la levanto y observo,
cómo actué y sentí en ese momento,
cómo actúo y siento en este momento,
sin maquillajes de cuentos ni máscaras de monstruos,
sin atribuirme papeles de víctima, héroe o villano,
parando mi mente,
invocando las imágenes,
una a una,
escarbando en lo profundo,
identificando densas emociones y pensamientos,
eliminando aquellas consecuencia de otras,
quitando capas, directo al corazón,
a mi corazón,
sin dar rodeos,
hasta que la verdad se revela,
y un punzante dolor lacera mi corazón.

Solo entonces, al darme cuenta,
solo entonces al asumir mi propia actitud, 
mi mente y emoción, de entonces y de ahora,
y veo hasta dónde me ha llevado,
la ira, la tristeza, la negación, el odio, la culpa,
a este tormento
y siento este dolor en mi ser, 
este malestar conmigo mismo,
mi deseo de castigo queda anulado,
por esta dolorosa y profunda comprensión,
que me permite decirme a mi mismo,
ante el espejo:
Tranquilo
te entiendo y sé como te sientes,
te entiendo, y sé cuánto lo sientes,
te entiendo, no supiste hacerlo mejor,
entonces no sabías, pero ahora sabes,
y por ello
TE PERDONO.
No va a volver a suceder,
porque ahora se lo que pasó y el porqué,
y me niego a que suceda de nuevo,
y me niego a seguir sufriendo,
y me niego a seguir castigándome por ello.

Y es así como llega la redención,
y es así como llega el cambio,
y es así como empieza la transformación,
y me lleva a ser distinto de quien fui,
más sabio, más fuerte y decidido,
por la verdad escondida dentro de mis sombras,
por la verdad revelada tras las densas nubes de tormento,
transformado por la experiencia,
y en constante transformación,
viajando al mundo subterráneo,
y renaciendo con cada lección.

Porque ya no quiero castigos, 
porque ya no quiero latigazos,
porque ya no quiero tormentos.

Porque merezco no un juicio ni una condena, 
sino mi propio perdón.