
Era descendiente de Robin de los Bosques y por sus venas corría sangre de arquero, y a pesar de su mala puntería el chico ponía mucho, mucho esmero.
- Llevas fallados ya muchos disparos - le dijo un día Gallo, que llevaba un tiempo observándolo.
- Lo sé, amigo Gallo, ¿donde crees que me debo estar equivocando? - preguntó Zorro, visiblemente desanimado.
Gallo había observado durante tiempo al joven Zorro, y sabía muy bien cuál era el problema del cachorro.
- Esto te pasa por disparar con tu siniestra. Todo se arreglaría si te decidieras a usar tu mano diestra.
- Pero amigo Gallo, no seas palurdo, ya sabes que desde siempre yo he sido zurdo.
- Pues dime, pequeño Zorro, ¿de que te ha servido hasta la fecha no haber usado la mano derecha?
- Eso es una tontería. Ser diestro, o zurdo, ¿que tiene que ver con mi puntería?
- Todo, pequeño Zorro - dijo Gallo condescendiente - Mira como la citara yo toco, y resuena una melodía envolvente. Si usara mi zurda, sin duda la música sonaría fea y burda.
- Pero tu eres diestro, querido Gallo, es normal que con la izquierda tu música suene a mier...
- Tu derecha debes usar, ¡¡así que cállate, y empieza ya a practicar!!
El pequeño Zorro no se esperaba esa reacción, así que siguió el consejo de Gallo y puso a prueba esa solución.
Zorro siguió fallando, mientras Gallo le seguía regañando.
- Prueba con esto - le dijo Gallo colocándole en la testa un gorro con forma de roja cresta.
A Zorro el gorro le apretaba la cabeza, y ahora sus flechas iban a parar a la maleza.
- Ya sé con que corregir tus errores - y Gallo le puso a Zorro en la cola un plumero de colores.
Y Zorro seguía sin acertar, cosa que a Gallo le hacía cada vez más enfadar.
- ¿Por qué no pruebas a tocar la citara? Mejor que el arco, seguro que se te daba - acabó por decir Gallo, de Zorro y su puntería ya cansado.
Al final del día el pobre Zorro, sediento y abatido, se fue a buscar un poco de agua al río. Allí su reflejo contempló, y para nada le gustó lo que vio. Un joven Zorro heredero de los Hood el río no reflejaba, sino a un Zorro de Gallo disfrazado que mucha, mucha pena daba.
Zorro se dio cuenta que estaba tan triste por su incapacidad como diestro y por los enfados de su nuevo maestro que casi olvidó que con la zurda de diez, acertaba al menos una.
Lo que había empezado quizás como una buena acción, Gallo y su ego lo convirtieron en una fijación. Zorro era Zorro, y así seguiría siéndolo, por más colores brillantes con que Gallo quisiera seguir vistiéndolo.
Y es por ello que Zorro, llegada a esta conclusión, dejó de pedirle a Gallo para siempre su opinión.
Y es por ello que Zorro, llegada a esta conclusión, dejó de pedirle a Gallo para siempre su opinión.
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